lunes 08 Jun, 2020
No se trataba de una visita más, desde que lo habían anunciado en sus redes oficiales, los headbangers de todo el mundo se prepararon emocionalmente (y por qué no físicamente también), para despedir a Slayer en su gira final.
Desde sus inicios en los albores de los ochentas en la primigenia escena thrash norteamericana la banda liderada por Tom Araya asumió el reto de no dar concesiones y mantenerse fiel a una esencia que nunca bajó decibeles. Aquél recital en el Luna Park –con entradas agotadas- era el marco perfecto para el cierre de una gran carrera.
Con un escenario sobrio , buen despliegue de pantallas y un sonido demoledor Slayer abrió con tres temas sin respiro: “Repentless” (corte de su último disco y único registro en estudio con Gary Holt en la otra viola) ; “Evil Has No Boundaries” de su lejano debut Show No Mercy de 1983 (muy festejado por cierto); y “World Painted Blood”, tema título de su placa del 2009, canción que le permitió a Tom Araya, Kerry King, Gary Holt y Paul Bostaph escuchar la ovación ensordecedora que bajaba desde cada rincón del estadio. A esto le siguió “PostMortem” y su riff coreado de principio a fin (no en vano es uno de los clásicos inamovibles en vivo y engranaje fundamental de ese pilar del Thrash Metal que es el álbum Reign In Blood).
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Slayer nunca fue una banda muy comunicativa en vivo, pero podría decirse que en las pocas ocasiones que los miembros del grupo frenaron la actuación para interactuar con su público, regalarles un simple gesto, una mueca o una sonrisa, la devolución de sus fans era un estruendoso “Ole Ole…” o un “No se va Slayer no se va…”. Eso, definitivamente, llegó a conmover a Araya que con solo pararse sin decir absolutamente nada despertaba la euforia incontrolable en cada headbanger allí presente.
“Hate Worldwide” y “War Ensemble” son muestras claras del porqué fueron elegidos como la banda más veloz y agresiva del planeta prácticamente sin ningún contemporáneo que pueda hacerles frente.
El recorrido histórico continuaría sin piedad con “Gemini” (del álbum de covers Undisputed Attitude, de 1996); “Disciple” de la etapa del álbum God Hates Us All, de (2001); “Mandatory Suicide” de South of Heaven, que concluyó con Araya diciéndole a los presentes: “¿están cansados? Yo no lo estoy…”, para luego decir “this is Chemical Warfare…motherfuckers” y de una patada llevarnos a 1983 al álbum Haunting The Chapel, sencillamente bestial.
“Payback” de God Hates Us All fue el preámbulo para otro pico altísimo de adrenalina como si ya hasta ese momento la cosa no fuera intensa; “Temptation”, “Born of Fire” y “Season in the Abyss” coreados por el público que celebraba el sonido a puro mosh y heagbanging. En el último acorde de esta canción, Kerry King que tal vez sea el mejor de toda su carrera, nos introdujo al tramo final que quedará escrito en los libros de la historia del heavy metal para la posteridad y registrado como un momento inmortal en la retina de todos y todas: ”Hell Awaits” con riff infeccioso incita al “Hey Hey…” marcando el ritmo con su B.C Rich y su pelada haciendo descender a todos al mismo infierno, secundado por un Gary Holt que desde el fallecimiento de Jeff Hanneman ha sabido ganarse su lugar en el corazón de a fuerza de pura entrega, y Paul Bostaph, un un batero tan brutal como técnicamente preciso que, si bien no es Dave Lombardo lo sabemos, es el único en el planeta que pudo reemplazarlo.
No habíamos terminado de celebrar cuando nos asaltaron con “South Of Heaven” y otro riff coreado en comunión casi como un mantra oscuro de proporciones épicas, que nos llevó a uno de los momentos más esperados de la noche: “Reign In Blood”, o el descontrol absoluto de un tema que resume perfectamente a Slayer: rápido, feroz y violento.
No habría tiempo para un respiro, “Black Magic” pega el salto temporal a los inicios de su carrera cantado por el público al pie de la letra, “Dead Skin Mask” ejerció de bisagra y por fin el clímax absoluto, ”Angel of Death” barrió con todo de la mano de la energía y potencia que tiene, capaz de exprimirle a sus fans hasta la última gota de energía.
Slayer recorrió 37 años de carrera en un show de una hora y media que nos dejó exhaustos. A su término siguieron los cánticos y la ovación ensordecedora. Sus integrantes pasaron al frente, cada uno guardando su parte del afecto del público argentino que tan bien ganada tiene su fama. Araya se quedó solo en el escenario, las pantallas enfocaron su rostro y se lo podía ver visiblemente emocionado. Se fue desplazando con la mirada, observando cada sector del Luna Park, como queriendo memorizar todo, cada momento, cada segundo y cada rostro. Apoyó la mano en el corazón y, con un tono suave, amable, entre lágrimas, nos dijo “gracias, terminó, ya pueden irse. Adiós”.
Este fue el setlist en el Luna Park, aquél 29 de septiembre de 2019:
Repentless
Evil Has No Boundaries
World Painted Blood
Postmortem
Hate Worldwide
War Ensemble
Gemini
Disciple
Mandatory Suicide
Chemical Warfare
Payback
Temptation
Born of Fire
Seasons in the Abyss
Hell Awaits
South of Heaven
Raining Blood
Black Magic
Dead Skin Mask
Angel of Death
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